La verdadera belleza es la que
irradiamos desde nuestro interior.
Note dejes llevar por la sensación
de no sentirte lind@, agraciad@ o lo suficientemente a tono con los
parámetros que nos imponen desde afuera.
Todos, en algún momento, cedimos a
las presiones externas –en especial, en la adolescencia- y nos sentimos mal con
algo que no concordaba con el denominador común que creíamos que aplicaba para
todas las personas, incluidos nosotros.
Pero nuestro real atractivo radica
en nuestro interior.
Si eres una
persona con buenos sentimientos, empática y segura (entre otras muchas posibles
cualidades), los demás lo verán y lo apreciarán. Incluso, elegirán tu compañía
por este motivo.
Es lógico que nos guste ver personas
y cosas lindas. Pero no creas que te elegirán o descartarán, en lo personal,
por tener más o menos peso, altura, cabello, etc. etc. Quien preste demasiada
atención a cómo te ves estará en una frecuencia diferente a la tuya y, por este
motivo, seguirá de largo. No se puede agradar a todo el mundo y tampoco sirve
de mucho tener cerca a gente superficial, con cánones y con estándares con los
que no te identificas y que te resultan ajenos.
La belleza real es la que se irradia
hacia afuera. Atrae, cautiva, encanta, embelesa.
Te puede incluso convertir en una
persona irresistible, para lograr la pareja con la que sueñas o las amistades
que te gustaría tener.
Te acompañará siempre, más allá de
los años vividos. El ser que te elija porque la detecta, la contempla y la
valora tiene altas posibilidades de seguir cerca de ti permanentemente.
Es la que te convierte en un ser
único e irrepetible – lo que, a las claras, te vuelve aún más atrayente.
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