MENSAJE
DE FIN DE AÑO
Han pasado treinta años desde que
iniciamos nuestro seminario Procesos de vida, al cabo de los cuales
se ha cerrado un ciclo. La intención del Proceso como lo llamamos
siempre, fue la de impartir un conocimiento que en ese momento se
hacía necesario para todos nosotros y tengo la certeza que con mayor
necesidad para quienes impartimos las enseñanzas que nos fueron
dadas en aquella época.
La experiencia fue muy significativa y
profunda por el sentido que le aportó a nuestra existencia, ya que
el mejor aprendizaje se realiza cuando trasmitimos lo que sabemos y
lo que hemos ido descubriendo. Aprendimos muchas cosas de quienes
periódicamente decidieron acompañarnos cada seis meses y aprendimos
también muchas otras de nosotros mismos.
Actualmente el conocimiento como tal se
puede hallar en cualquier parte, está en todos lados y la gran
difusión propiciada por los medios masivos de comunicación con la
web incluida mantiene a los buscadores debidamente informados. Así
que el seminario tal como fue concebido ha cumplido con su cometido.
Nos sentimos satisfechos por lo
realizado y contentos de haber podido reunir a tantas personas a
nuestro alrededor y quizás de haber podido propiciar en algunas de
ellas un cambio de sentido en sus existencias.
Nos queda tan solo dar las gracias a
quienes generosamente nos acompañaron de cerca y en la distancia y
animarlos a que continúen más que en una búsqueda, en la práctica
constante de aquello que aprendieron. Que no se olviden de lo que
esencialmente es importante y que recuerden de manera permanente a
quien les da la vida y la oportunidad de experimentar en este plano
de la existencia.
Vienen a mí en este instante las
imágenes y las palabras de una hermosa película animada que veíamos
en los primeros procesos, Martín el zapatero, basada en un cuento
del escritor ruso León Tolstoi titulado Donde hay amor esta Dios.
En algún momento de la historia Martín sintiéndose viejo y cansado
se sume en la amargura y siente que la vida ha sido muy dura con él
y declara que ya no quiere vivir, que nada tiene sentido. Un clérigo
que acierta a pasar por su taller en ese momento, notando la
desesperanza en la que se ha sumido Martin que se pregunta por qué
más se vive si lo ha perdido todo; le contesta, por Dios Martin, Él
le dio la vida. Usted debe vivir para Él.
Así que nunca nos olvidemos de honrar a
quién todo nos lo ha dado y bendigamos cada día como si fuera el
mejor regalo que hemos recibido, ya que gracias a esa experiencia
diaria es que tenemos la oportunidad de crecer y ser mejores seres
humanos.
Un gran abrazo a todos y todas.
GONZALO
Y MARTHA LUCIA
Diciembre
de 2015