Llega un momento en el que hay que
aprender a soltar.
Por la
fuerza no se retiene a nadie, a la larga.
Con imposiciones absurdas o con
celos enfermizos, tampoco.
Cada persona tiene derecho a elegir
libremente con quién estar, qué hacer con su tiempo libre y cuántos de esos
momentos dedicarnos a nosotros.
Si dejas que cada quien ejercite su
libre albedrío y tenga la posibilidad de escoger, te aseguro que te encontrarás
con muchas más sorpresas agradables de las que puedas imaginar.
Querer controlar todo y a todos no
es una actitud saludable, ya que resulta completamente imposible y perderás tu
estabilidad y tu salud al perseguir esta quimera, infructuosamente.
Tal vez hace tiempo que vienes
lidiando con esto o te has acostumbrado a tu forma de ser, pero se viene
produciendo algún eco en tu cuerpo y en tu mente, al que ya no puedes hacer
oídos sordos.
No importa donde hayas aprendido ese
comportamiento o cuánto lo hayas venido empleando para sortear lo que
consideras dificultades y para lograr tus cometidos: ha llegado la hora de soltar.
Incluso en el caso de tus hijos,
ponles los límites que consideres adecuados según su edad pero déjalos ser.
Permite que afloren sus talentos y
sus fortalezas.
Que se transformen en personas de
bien y que forjen su personalidad basándose en el amor y no en el miedo a tus
reacciones o a no agradarte nunca, más allá de lo que hagan.
Porque soltar no es sinónimo de
abandonar o de dejar.
Significa:
. No presionar.
. No quedarse al lado de alguien solo por apego o por miedo a la soledad.
. No intentar controlar.
. Dejar ser.
. Dar libertad.
Puedes basar todas tus relaciones en esta premisa y, además, solo
aceptar vínculos en los que te traten de este modo y con el respeto que te
mereces. Es tu elección, pero también, tu responsabilidad.
. No quedarse al lado de alguien solo por apego o por miedo a la soledad.
. No intentar controlar.
. Dejar ser.
. Dar libertad.
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