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martes, 11 de octubre de 2011

El cuento de la otra vida



Qué tan segura es el rechazo a cualquier trascendencia de Hawking en su reciente 'El gran diseño'.
El gran astrofísico británico Stephen Hawking acaba de expresar su opinión de que la creencia en otra vida no es más que "un cuento de hadas" motivado por nuestro miedo a la muerte. Esta idea, por supuesto, no es una revelación genial; es lo mismo que muchos han dicho hace centenares de años y es, además, lo más obvio: ¿cómo puede existir alguna actividad consciente después de que el cerebro se ha destruido? Pero el respeto casi supersticioso que en nuestra cultura generan las creencias de los científicos hace que muchos incrédulos se froten las manos creyendo que la ciencia ha demostrado que no existe la supuesta vida post mórtem. Se olvidan que las opiniones de un científico valen tanto como las de cualquier otro en temas que no conoce y que la historia de la ciencia registra graves errores de brillantes científicos: Lavoisier no creía en meteoritos porque "en el cielo no hay piedras", y Rutherford, uno de los fundadores de la teoría atómica, no creía posible liberar la energía del átomo. Los ejemplos son innumerables y demuestran que, aun en casos de su competencia, los científicos, por ilustres que sean, se equivocan constantemente y lo hacen con no disimulado dogmatismo. Una vez más: la ausencia de prueba no es prueba de ausencia. Es claro que no hay ninguna demostración científica sobre la existencia del alma y sobre su supervivencia después de la muerte. Pero si hay, para quien los estudie sin resistencias emocionales, muchos hechos comprobados que sugieren con fuerza, esta posibilidad. Consideremos, por ejemplo, las exhaustivas investigaciones de la Sociedad de Investigaciones Psíquicas de Londres y su filial americana para aceptar al menos que no es imposible que la personalidad humana sobreviva a la muerte; porque de otra manera es muy difícil explicar los conocimientos detallados sobre la vida de los difuntos que tenía una médium espiritista como Eleonora Piper, estudiada asiduamente por más de 30 años por eminentes científicos como William James. ¿Y cómo explicar, por ejemplo, los recuerdos de vidas pasadas con innumerables detalles comprobados que investigó rigurosamente Ian Stevenson en más de mil 500 casos que reposan en los archivos de la Universidad de Virginia? Y qué decir del caso de personas cuyo cerebro ya no registra ninguna actividad que relatan luego, al recuperar sorpresivamente su normalidad, hechos detallados de su entorno ocurridos cuando estaban totalmente inconscientes, según investigaciones como las de Stuart Hameroff? Todas las ciencias se basan en comprobaciones indirectas y en vacilantes hipótesis. Nadie ha visto las últimas partículas subatómicas ni lo que existe en el interior de un agujero negro, tan estudiado por Hawking, en el cual todas las leyes de la física colapsan en lo que llaman una singularidad. Si hay energías incorpóreas y si hay al menos 11 dimensiones según la llamada teoría M, como explica Hawking en 'El gran diseño', su último libro, ¿por qué es irracional la creencia de que una energía incorpórea pase a otra dimensión? Ya lo había dicho, maravillado ante la complejidad del mundo, Bohr: "Solo una teoría suficientemente extraña puede ser cierta". Hay muchos interrogantes, pero ante todo dos cosas deben considerarse : primera, que nuestra mente es fundamentalmente una estructura de energía e información que se vale del cerebro para expresarse en tres dimensiones, lo mismo que el hardware sirve de soporte material a los programas, pero estos pueden subsistir como tales sin dicho soporte; como expresó Fred A. Wolfe, destacado físico teórico: "La mente no está en el cerebro, el cerebro no está en la mente" y segundo, que existen, como se ha mencionado, varias dimensiones que eventualmente podrían albergar dicha estructura de energía e información después de que esta deje de operar en nuestra realidad tridimensional. Recordemos que uno de los grandes sabios creadores de la física cuántica, Erwin Schródinger, se atrevió a decir: "La ciencia en su etapa actual sugiere que la mente es indestructible por obra del tiempo". Al morir, Hawking posiblemente podrá comprobar, con sorpresa, que su mente se encuentra en otra dimensión, o tal vez en una singularidad metafísica.

GONZALO ECHEVERRI URUBURU

Publicación eltiempo.com
Sección Otros
Fecha de publicación 3 de agosto de 2011
Autor GONZALO ECHEVERRI URUBURU